En la ciudad antigua de Dubrovnik, saliendo por un rinconcito de su espectacular muralla, el visitante puede refugiarse en un verdadero oasis: Bard. Éste es un sencillo bar chiringuito en cuanto a lo que ofrece: cervezas, gaseosas y alguna copita de vino sin pretensiones.
Lo mejor, su ubicación, mesas en las piedras que rodean la muralla y el Adriático a los pies, en el que se puede tomar un baño o broncearse. La atención y la música es buena, jazz de los grandes maestros o a veces un más juvenil Manu Chao, dejarse caer al atardecer es una inigualable experiencia, los barcos atravesando el horizonte, los kajak anaranjados regresan de sus travesías, todo se pone dorado en las piedras blancas de la ciudad.
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